El 28 de julio pasado, hace algo más
de 90 días, se instaló el gobierno de Pedro Castillo Terrones. Antes que eso
ocurriera, y prácticamente desde el inicio de la segunda ronda electoral, su figura
fue objeto de ataques infundados y extremadamente injuriosos.
Esa campaña arreció luego del 6 de junio,
cuando se confirmó su victoria sobre el reducto mafioso de Keiko Fujimori y sus
aliados, que hiciera los mundos para derrotarlo. Entre junio y el 28 de julio
del 2021 la ofensiva reaccionaria no cesó y, por el contrario fue creciendo en
todas sus formas. Incluso la derecha fascista organizó concentraciones y
marchas demandando un Golpe de Estado, antes de admitir la victoria del
candidato popular. Por eso, hoy constituye
casi una sorpresa que haya logrado durar
90 días al frente del Estado y que nos sea posible formular un elemental
balance de su gestión gubernativa.
Es claro que el lapso transcurrido aun
es corto. Y no se puede exigir que, en tan poco tiempo, se haya avanzado
sustantivamente en algunas de sus promesas esenciales. Lo importante, es
perfilar el sentido de su política y mirar el horizonte, para percibir el nuevo
escenario que ha creado en el país su administración, ciertamente la más
discutida de la historia del Perú republicano.
Lo primero que hay que resaltar, es
que este Gobierno es producto de la voluntad ciudadana. Ella se expresó mediante
un proceso electoral formalmente democrático, que arrojó
resultados inesperados. Pedro
Castillo logró la victoria por más de 140 mil votos emitidos en el país. La
cifra, sin embargo, se redujo a 44 mil, luego del cómputo en el exterior, sobre
todo en los Estados Unidos.
La izquierda que llegó al Gobierno en
el marco de esta contienda, no estaba objetivamente preparada para gobernar.
Carecía de unidad, organización, programa coherente y posibilidades de acción.
Pero fue catapultada por decisión de la ciudadanía, que no escatimó su apoyo al
símbolo que la hizo posible.
Surgió en realidad un gobierno en buena
medida improvisado, aluvional, heterogéneo e incluso contradictorio, que se
expresó en su primer equipo de gestión -el Gabinete Bellido- duramente cuestionado
por la oposición. Aunque ese equipo fue renovado, no cesó para nada la campaña
del enemigo. Por el contrario ella fue en ascenso y hoy se expresa en una exigencia
trasparente: La Oposición demanda la vacancia presidencial y arguye que Pedro
Castillo no puede seguir siendo el Jefe del Estado.
No tiene argumento alguno para sostener
su reclamo. Apenas lo fundamenta en posturas pseudo ideológicas. Parte de la
premisa que se trata de un “gobierno comunista” y, por tanto, incompatible con
“el carácter democrático” de la sociedad peruana. Objetivamente ni el gobierno de
Castillo es comunista, ni la sociedad peruana es democrática.
Se trata, por el contrario, de un gobierno
popular que busca democratizar la sociedad peruana secularmente elitista,
aristocrática e injusta; que busca cambiar radicalmente los procedimientos
formales para forjar un nuevo Pacto Social basado en una Carta Magna
elementalmente participativa que reconozca derechos básicos a la población: la
salud, la educación, el empleo, un salario justo y una vida decorosa. Lo que
ocurre, es que la Clase Dominante juzga que esos objetivos, son “comunistas”
porque afectan sus intereses.
Se dedica, por eso a obstruir todos los
proyectos del Ejecutivo. En 90 días el Congreso no ha discutido ni aprobado una
ley en beneficio de la población. Todas han estado orientadas a cuestionar al
gobierno e impedir sus acciones.
Así estos tres meses han configurado un
incesante batallar. El acoso ejercido contra el nuevo régimen, no ha conocido
límite. Y la campaña de prensa desplegada por los medios de comunicación al
servicio de los poderosos, no ha cesado. Incluso la calle, ha sido usada cotidianamente
para denostar del Presidente y de los funcionarios del oficialismo. Con el transcurrir
de los días, el odio de la reacción ha crecido, y se ha alimentado. La “Prensa
Grande” y los medios de comunicación a su servicio han apoyado obstinadamente
esta sentimiento perverso, incompatible con los intereses del país.
Marchando a contra corriente, el gobierno
–no obstante retrocesos y derrotas- ha logrado apuntar algunas voluntades
esenciales. Ha continuado exitosamente la campaña médica contra el COVID 19
hasta casi minimizar sus efectos; ha atendido las carencias de una parte de la población
a través de bonos solidarios; ha iniciado el proceso de recuperación de las
laborales escolares en algunas zonas del país; ha dispuesto el inicio e una II
Reforma Agraria para atender los requerimientos de los productores del campo;
ha expresado su decisión de renegociar los contratos del Gas y sostenido la
necesidad de revertir y masificar su uso en beneficio de las grandes mayoría;
ha ratificado su decisión de marchar hacia una nueva Constitución del Estado
abandonando la irrita que levanta la reacción.
Adicionalmente, ha confirmado cambios en la política exterior abandonando la
obsecuencia de regímenes pasados, en provecho de un rumbo más bien
independiente y soberano. En suma no es poco lo que ha logrado perfilar en el
convulso escenario nacional.
Hay que admitir, sin embargo, que ha
registrado errores, fallas, debilidades e incluso inconsecuencias que pueden y
deben ser superadas. El pueblo tiene conciencia de ellas y las registra,
demandando mayor coherencia y pulcritud en el manejo de la Cosa Pública. No
obstante, no cae en la fácil crítica, porque no está dispuesta a hacer el juego
a los enemigos de este proceso que, con todas sus limitaciones, encarna la
voluntad de millones.
Somos conscientes que asoman grandes
retos. Una muestra de ello han sido los coflictos sociales registrados en Las
Bambas y en el sur de Ayacucho –Coracora, Parinacochas y Paucar del Sara Sara.
Allí las Comunidades Campesinas se han alzado contra la Contaminación minera y han
defendido las cuencas acuíferas, recibiendo a cambio una violenta represión policial.
Felizmente, estas perturbaciones están siendo superadas y un diálogo racional y
sensato, se está abriendo paso en regiones particularmente complejas del país.
Por lo demás, el 2022 tendrán lugar
las elecciones regionales y municipales que deberán ser enfrentadas desde la
óptica de la unidad más amplia. Constituyen por si mismas, la ocasión a derrotar
masivamente las acciones sediciosas y terroristas de la Mafia, lo que será posible
si se las enfrenta de manera cohesionada y desde una misma fortaleza. También
estará planteada la
lucha por una Asamblea Constituyente,
como paso decisivo para la renovación de la Carta Magna de la República. Y será
indispensable afirmar el camino liberador que el Perú ha iniciado.
Estos propósitos forman parte de la
opción por la que nosotros combatimos desde la base popular, y que hemos
reseñado de manera constante y persistente. A esta ruta aludimos cuando
señalamos los cinco puntos básicos que hoy queremos subrayar:
v La unidas más amplia para enfrentar los
retos que nos plantea el escenario de nuestro tiempo en la batalla contra el
Imperialismo y la reacción interna y externa.
v La lucha firme y consecuente contra
el fascismo y la reacción denunciando el carácter antinacional de su política,
enfrentando sus acciones sediciosas.
v Las batalla por una nueva
Constitución del Estado que garantice la defensa de las grandes mayorías, la recuperación
de las riquezas básicas de nuestro país y una política exterior independiente y
soberana.
v El respeto a los derechos de la población
y de los trabajadores y la atención a sus demandas fundamentales
v Y la solidaridad plena con el proceso
emancipador latinoamericano, con las luchas de los pueblos de todos los países.
Hoy en el Perú y el mundo crece el combate
de los pueblos y adquiere mayor vigor la lucha por la dignidad humana. Millones
de personas en todos los confines del planeta, se movilizan con renovadas
banderas. Crece la idea que un Mundo Mejor, es posible.
Esta hoy planteada la tarea de alzarnos
contra un pasado promiscuo y plagado de derrotas y errores; y buscar un
porvenir digno de nuestra historia y de nuestro pueblo. Oigamos la voz de José
Carlos Mariátegui, quien nos dijo ya en 1924: “El pasado y sus pobres residuos son,
en nuestro caso, un patrimonio demasiado exiguo. El pasado, sobre todo
dispersa, aísla, separa, diferencia demasiado los elementos de la nacionalidad
tan mal combinados, tan mal concertados todavía. El pasado nos enemista. Al
porvenir, le toca darnos unidad”.
REVISTA DIGITAL "MARKA"
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