SUELO DISPAREJO, UNIDAD INDISPENSABLE
La reciente renuncia del Ministro de
Defensa Walter Ayala a la Cartera de Defensa, ha vuelto a colocar en primer
plano el suelo disparejo con el que se maneja el escenario nacional.
Cuando un gobierno no puede designar
a los mandos castrenses, y cuando el titular de un Portafolio se ve forzado a
dimitir porque intentó hacerlo; queda
claro que los resortes del Poder caminan
por una vía distinta a la que se maneja desde la sede Presidencial.
Los "poderes fácticos" les
llaman a los instrumentos que digitan la política de los Estados, sin tener el
derecho formal para actuar de ese modo. Lo hacen porque poseen los recursos
indispensables para decidir y disponer. Y están en capacidad de doble• gar
voluntades y afirmar decisiones, simplemente porque pueden hacerlo.
En los cien días de gobierno de Pedro
Castillo esto es algo así como una historia repetida. Ocurrió, cuando el
Congreso de la República interpeló al entonces Ministro de Trabajo
lver Maraví, y se dispuso a censurarlo no por un supuesto "mal
desempeño" de su función, sino por un incidente ocurrido en 1980, hace41
años, cuando el aludido, entonces
de veinte años, se vio involucrado en un incidente violento ocurrido en
Ayacucho.
Para que la censura no se consumara,
y para que no cayera tanto el titular de la Avenida Salaverry como el Primer
Ministro Guido Bellido, el Presidente resolvió cambiar de Gabinete. El hecho
fue tomado por algunos como la señal de "un viraje" hacia predios
conservadores; y por otros como una debilidad manifiesta. Y fue, por cierto, más
lo segundo que lo primero.
Si queremos aludir a un "viraje
a la derecha" podríamos considerar válida la expresión si la refiriéramos
a la Cancillería: el retiro del primer titular de Torre Tagle-Héctor Béjar
Rivera-y su remplazo por un diplomático fuertemente vinculado a los núcleos
tradicionales de Poder, marcó un nuevo rumbo y generó, en efecto una política
internacional distinta, no obstante que, por mandato constitucional, esa función
le corresponde al Jefe del Estado.
Esa nueva política comenzó con la
presencia del señor Castillo en la sede de la OEA, en Washington. Y fue alumbrada
desde aquí con los fogonazos de las "maniobras militares"
celebradas en Huacho gracias a la
presencia de la Marina de Guerra de
los Estados Unidos. Y continuó después, con la actitud de la
Cancillería peruana, que se sumó a la campaña contra las elecciones en
Nicaragua antes del 7 de noviembre, y que luego diera lugar a su "condena"
a las mismas, en el carril de la OEA, y bajo el dictado de Biden.
Como telón de fondo de todo ello,
estuvo la ratificación de los acuerdos militares con los Estados Unidos y la
autorización para el ingreso de tropas yanquis a nuestro suelo; así como la renovación
por cinco años de las actividades de USAID en el Perú.
Por si fuera poco, el Jefe del Estado
ya fue convocado a una así llamada cita que tendrá lugar en Washington entre el
9 y 1O de diciembre, y en la que
"los gobiernos democráticos" del continente sumarán fuerza contra el
Proceso Emancipador Latinoamericano. ¿Qué hará Castillo en esa encerrona de
roedores programada por la Casa Blanca?
En todo caso podrá vanagloriarse que
el Perú será sede de la Asamblea General de la OEA prevista para el 2022. En esa circunstancia, 34 países se reunirán
en lo que ha sido considerado por Harold Fhorsyt como "un éxito de nuestra
diplomacia".
Pero aun este "giro" quedó
circunscrito al escenario externo, y no registró un correlato interior más o
menos apreciable. Después de todo, siguen en alto las banderas referidas la
revisión de los contratos del Gas y la campaña por una nueva Constitución del
Estado, únicas garantías de mínima solvencia interna que el país reclama.
Pero para que ellas se afirmen,
resulta indispensable que se reajusten
algunas conductas que han minado severamente la unidad del Proceso Peruano. Hay que entender, en primer lugar,
que éste, es el resultado de un fenómeno imprevisto, y consecuencia de una
situación no preparada. La coalición triunfante en los comicios de junio, surgió
de coincidencias naturales. Fue el resultado de la unidad de dos segmentos marcadamente definidos, pero
no contradictorios. La Izquierda Urbana y Capitalina, se sumó a una Izquierda
Rural y Provinciana, y ambas forjaron la victoria de Pedro Castillo en la
segunda vuelta electoral.
No se trató de una
"alianza" suscrita entre fuerzas adversarias; sino la suma de
voluntades de segmentos amigos en la vida nacional. Fue ésa la semilla de la
alianza gobernante que, en realidad, representa a cuatros segmentos que tienen
distinto acceso al Poder: la
fuerza de Castillo, Perú Libre, la alianza liderada por
Verónica Mendoza, y la presencia de sectores no partidarizados, como
el titular de Justicia, Aníbal Torres.
No se trata de enemigos
que se pusieron de acuerdo para
compartir gobierno; sino de amigos que resolvieron complementar sus fuerzas
para hacer una gestión mejor. ¿Tienen diferencias entre sí? Si no las tuvieran, no serían amigos, sino que
constituirían un todo homogéneo, es decir, un mismo Partido, y eso no ocurre.
Pero las diferencias deben ser tratadas como diferencia entre amigos, y no
entre enemigos.
Decirle "oportunistas" a nuestros amigos; suponerlos portadores de
una intención disociadora y destructiva, llamarlos despectivamente "caviares"
y sostener que se quieren "aprovechar" del Poder para "traicionar
al pueblo"; resulta profundamente hiriente, pero además equivoco. Si tales
adjetivos tuviesen sustento, no habrían estado en calidad de aliados nuestros
con los que nos vimos precisados a "pactar", sino como adversarios. Y
es claro que esas frases altisonantes no estuvieron en el origen de la unidad
que se forjara luego del 11 de abril.
¿Recomponer la unidad obliga a deponer prejuicios? Claro que sí. Deponer prejuicios y olvidar
rencores, pero también a renunciar a prácticas corrosivas y disolventes, a
tratos violentos y a excomuniones
mutuas.
Recomponer la unidad,
no es tarea fácil. Pero, es por cierto, el único eslabón de una cadena
indispensable, la única que puede conducir al
movimiento popular peruano, a la victoria. Y ella pasará, sin duda, por
la recuperación de posiciones en todas las esferas, y la
aplicación de una política
coherente y unitaria que nos permita revertir escenarios indeseados, y avanzar
por caminos liberadores.
Editorial de la Revista Marka
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