martes, 23 de noviembre de 2021

UN "VIRAJE A LA DERECHA" PODRÍAMOS CONSIDERAR VÁLIDA LA EXPRESIÓN DEL GOBIERNO DE CASTILLO

 



SUELO DISPAREJO, UNIDAD INDISPENSABLE

La reciente renuncia del Ministro de Defensa Walter Ayala a la Cartera de Defensa, ha vuelto a colocar en primer plano el suelo disparejo con el que se maneja el escenario nacional.

 

Cuando un gobierno no puede designar a los mandos castrenses, y cuando el titular de un Portafolio se ve forzado a dimitir porque intentó hacerlo;  queda claro que los  resortes del Poder caminan por una vía distinta a la que se maneja desde la sede Presidencial.

 

Los "poderes fácticos" les llaman a los instrumentos que digitan la política de los Estados, sin tener el derecho formal para actuar de ese modo. Lo hacen porque poseen los recursos indispensables para decidir y disponer. Y están en capacidad de doble• gar voluntades y afirmar decisiones, simplemente porque pueden hacerlo.

 

En los cien días de gobierno de Pedro Castillo esto es algo así como una historia repetida. Ocurrió, cuando el Congreso de la República interpeló al entonces Ministro  de Trabajo  lver Maraví, y se dispuso a censurarlo no por un supuesto "mal desempeño" de su función, sino por un incidente ocurrido en 1980, hace41 años, cuando el  aludido,  entonces  de veinte años, se vio involucrado en un incidente violento ocurrido en Ayacucho.

 

Para que la censura no se consumara, y para que no cayera tanto el titular de la Avenida Salaverry como el Primer Ministro Guido Bellido, el Presidente resolvió cambiar de Gabinete. El hecho fue tomado por algunos como la señal de "un viraje" hacia predios conservadores; y por otros como una debilidad manifiesta. Y fue, por cierto, más lo segundo que lo primero.

 

Si queremos aludir a un "viraje a la derecha" podríamos considerar válida la expresión si la refiriéramos a la Cancillería: el retiro del primer titular de Torre Tagle-Héctor Béjar Rivera-y su remplazo por un diplomático fuertemente vinculado a los núcleos tradicionales de Poder, marcó un nuevo rumbo y generó, en efecto una política internacional distinta, no obstante que, por mandato constitucional, esa función le corresponde al Jefe del Estado.

 

Esa nueva política comenzó con la presencia del señor  Castillo  en la sede de la OEA, en Washington. Y fue alumbrada desde aquí con los fogonazos de las "maniobras militares" celebradas  en Huacho gracias a la presencia de la Marina de Guerra  de los  Estados  Unidos.  Y continuó después, con la actitud de la Cancillería peruana, que se sumó a la campaña contra las elecciones en Nicaragua antes del 7 de noviembre, y que luego diera lugar a su "condena" a las mismas, en el carril de la OEA, y bajo el dictado de Biden.

 

Como telón de fondo de todo ello, estuvo la ratificación de los acuerdos militares con los Estados Unidos y la autorización para el ingreso de tropas yanquis a nuestro suelo; así como la renovación por cinco años de las actividades de USAID en el Perú.

 

Por si fuera poco, el Jefe del Estado ya fue convocado a una así llamada cita que tendrá lugar en Washington entre el 9 y 1O  de diciembre, y en la que "los gobiernos democráticos" del continente sumarán fuerza contra el Proceso Emancipador Latinoamericano. ¿Qué hará Castillo en esa encerrona de roedores programada por la Casa Blanca?

 

En todo caso podrá vanagloriarse que el Perú será sede de la Asamblea General de la OEA prevista para el 2022.  En esa circunstancia, 34 países se reunirán en lo que ha sido considerado por Harold Fhorsyt como "un éxito de nuestra diplomacia".

 

Pero aun este "giro" quedó circunscrito al escenario externo, y no registró un correlato interior más o menos apreciable. Después de todo, siguen en alto las banderas referidas la revisión de los contratos del Gas y la campaña por una nueva Constitución del Estado, únicas garantías de mínima solvencia interna que el país reclama.

 

Pero para que ellas se afirmen, resulta indispensable que  se reajusten algunas conductas que han minado severamente la unidad del Proceso  Peruano. Hay que entender, en primer lugar, que éste, es el resultado de un fenómeno imprevisto, y consecuencia de una situación no preparada. La coalición triunfante en los comicios de junio, surgió de coincidencias naturales. Fue el resultado de la unidad  de dos segmentos marcadamente definidos, pero no contradictorios. La Izquierda Urbana y Capitalina, se sumó a una Izquierda Rural y Provinciana, y ambas forjaron la victoria de Pedro Castillo en la segunda vuelta electoral.

 

No se trató de una "alianza" suscrita entre fuerzas adversarias; sino la suma de voluntades de segmentos amigos en la vida nacional. Fue ésa la semilla de la alianza gobernante que, en realidad, representa a cuatros segmentos que tienen distinto acceso al Poder:  la fuerza  de Castillo,  Perú Libre, la alianza liderada por Verónica Mendoza, y la presencia de sectores no partidarizados, como el titular de Justicia, Aníbal Torres.

 

No se trata  de enemigos  que  se pusieron de acuerdo para compartir gobierno; sino de amigos que resolvieron complementar sus fuerzas para hacer una gestión mejor. ¿Tienen diferencias entre sí?  Si no las tuvieran, no serían amigos, sino que constituirían un todo homogéneo, es decir, un mismo Partido, y eso no ocurre. Pero las diferencias deben ser tratadas como diferencia entre amigos, y no entre enemigos.

 

Decirle "oportunistas"  a nuestros amigos; suponerlos portadores de una intención disociadora y destructiva, llamarlos despectivamente "caviares" y sostener que se quieren "aprovechar" del Poder para "traicionar al pueblo"; resulta profundamente hiriente, pero además equivoco. Si tales adjetivos tuviesen sustento, no habrían estado en calidad de aliados nuestros con los que nos vimos precisados a "pactar", sino como adversarios. Y es claro que esas frases altisonantes no estuvieron en el origen de la unidad que se forjara luego del 11  de abril.

 

¿Recomponer  la unidad obliga a deponer prejuicios?  Claro que sí. Deponer prejuicios y olvidar rencores, pero también a renunciar a prácticas corrosivas y disolventes, a tratos violentos y a excomuniones  mutuas.

 

Recomponer la  unidad,  no es tarea fácil. Pero, es por cierto, el único eslabón de una cadena indispensable, la única que puede conducir al  movimiento popular peruano, a la victoria. Y ella pasará, sin duda, por la recuperación de posiciones en todas las esferas,  y la  aplicación  de una política coherente y unitaria que nos permita revertir escenarios indeseados, y avanzar por caminos liberadores.

 

Editorial de la Revista Marka


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