Es la hora de los outsiders. O los supuestos outsiders. En un Perú con los partidos tradicionales inexistentes y una encrucijada de siglas imposible de memorizar, cualquiera puede ser el próximo presidente del país. Seis candidatos se apelotonan en cabeza en todos los sondeos a 48 horas de las elecciones presidenciales con casi un empate técnico. Ninguno supera el 13% de intención de voto. Entre ellos está la líder del fujimorismo investigada por corrupción y que ofrece “mano dura”, el célibe que se hace llamar Porky y se confiesa enamorado de la Virgen, el maestro de escuela sindicalista que promete tumbar el Tribunal Constitucional o el conservador que hará ministro a un veterinario peruano que ha probado una supuesta vacuna contra la covid en animales sin ningún control sanitario. A la segunda vuelta, que se celebra en junio, pasarán los dos que consigan que su puñado de votos este domingo sea un poco mayor que el de sus competidores. “Terrible” es la palabra que más se repite estos días entre los peruanos.
Las encuestas presentan unos
resultados tan ajustados entre seis aspirantes, que el margen de error de los
sondeos es mayor que la distancia entre ellos. La única certeza es que este
domingo puede pasar cualquier cosa. Y lo que ocurra será distinto a lo que
hubiera sucedido hace una semana o lo que pasaría la próxima. Ningún candidato
ha logrado despertar algún tipo de pasión entre un electorado que asiste
atónito al baile de nombres que encumbran los sondeos. Estos días todos miran
hacia Pedro Castillo, que hace apenas cinco días no alcanzaba el 5% de los
votos y ahora es segundo por detrás de Fujimori. Castillo, maestro de escuela
de 51 años que hace campaña con sombrero de ala ancha, típico de la región
andina en la que creció, se hizo conocido en 2017 por liderar las protestas en
contra de evaluación periódica de los docentes. En Lima, donde residen 8,5 de
los 32 millones de peruanos, el profesor considerado de izquierda radical
apenas supera el 4% de voto.
Hasta hace dos semanas, todo el mundo
habría apostado a que Yonhy Lescano, líder populista de centro, estaría en la
segunda vuelta, pero sus opciones se han ido alejando. “Todos los candidatos
son muy débiles. Todos empiezan a subir en algún momento y cuando lo hacen, los
demás empiezan a atacar y lo desinflan”, explica el politólogo y profesor de la
Pontificia Universidad Católica Martin Tanaka. En medio de un desencanto tan
generalizado, la última decisión estará en los nichos de votos. Una ventana de
oportunidad que aprovecha estos días Keiko Fujimori, líder por la mínima en las
últimas encuestas y a la que hace un par de meses nadie daba ninguna opción.
Los irreductibles del fujimorismo
pueden marcar el futuro del país, otra vez, a pesar de cada vez son menos y han
empezado a moverse hacia nuevas opciones conservadoras por el desgaste político
de su líder, ahogada por un proceso de corrupción por el que la Fiscalía le
pide 30 años de cárcel. La opción genera pavor en más de la mitad del
electorado, que rechaza absolutamente su figura y sostiene que nunca votaría
por ella. Pero aunque a duras penas supere el 10%, podría ser suficiente para
meterse en una segunda vuelta por terceras elecciones consecutivas [en las dos
anteriores acabó perdiendo].
Para entender el porqué de una
situación tan excepcional hay que revisar los últimos cinco años de la política
peruana. En 2016 los tentáculos del caso de corrupción Lava Jato hicieron
temblar Perú al destaparse los manejos ilegales entre la constructora Odebrecht
y los gobiernos peruanos entre 2005 y 2014. Los expresidentes Alejandro Toledo,
Alan García y Ollanta Humala se vieron acorralados. García se suicidó de un
tiro en la cabeza cuando iba a ser detenido en 2019. El exmandatario Pedro
Pablo Kuczynski también se vio involucrado. En estos mismos años, Keiko
Fujimori ingresó en prisión durante tres meses y ahora sigue la campaña en
libertad vigilada por financiación ilegal. Y la misma suerte corrieron otros
tantos representantes públicos, desde alcaldes de Lima a congresistas,
señalados por una corrupción sistémica. “El que elegimos, termina preso”,
sentencia la periodista Rosa María Palacios.
Los partidos tradicionales tampoco
juegan ningún papel real en las elecciones, en medio de un mar de siglas
creadas ad hoc para los candidatos del momento o que abrazan a determinado
líder aupado por grupos de intereses diversos. Sin bases, sin militancia, sin
ideario o aparato. “Lo poco de política institucionalizada que había se ha
pulverizado en los últimos años y personajes totalmente improvisados y
aventureros terminan siendo los protagonistas”, sostiene Tanaka. Otras fuerzas
con una estructura más fuerte, como puede tener la izquierdista Verónika
Mendoza, que también tiene opciones, no acaban de despegar. En parte por los
continuos ataques de los candidatos conservadores, que la relacionan con el
chavismo, en parte por lo que los analistas consideran una falta de conexión
con las expectativas de la sociedad. “La gente está muy irritada y en ese
contexto de polarización los candidatos antisistema crecen con fuerza”, explica
Alfredo Torres, presidente de la encuestadora Ipsos Perú.
En la recta final hasta las urnas, el
país contiene la respiración. El porcentaje de quienes optan por votar en
blanco sigue siendo alto, de hasta un 28% según los sondeos. El politólogo
Tanaka resume así el sentir de muchos: “Me he pasado los últimos 15 años
diciendo que teníamos un problema muy serio. Pero resulta que en los últimos 15
años éramos Inglaterra, esto es peor de lo que podíamos imaginar, es el nivel
cero de la representación”.
Unas elecciones sin partidos
De los seis candidatos que tienen las
mayores posibilidades de pasar a la segunda vuelta, solo Yonhy Lescano
pertenece a uno de los tres partidos políticos que se fundaron en las primeras
décadas del siglo XX. Acción Popular fue creado por el expresidente y
arquitecto Fernando Belaúnde Terry, un político de derecha que promovió el
desarrollo del país mediante obras públicas.
Fuerza Popular, que encabeza
Fujimori, es el cuarto nombre con el que postula a la presidencia esa estirpe
familiar. Su padre llegó por primera vez a la presidencia por Cambio 90, que él
fundó; luego el partido se llamó Alianza 2000 en las elecciones de ese año, y
Fuerza 2011, cuando ella se postuló por primera vez a la presidencia.
Los otros son grupos políticos que
han obtenido el registro electoral recientemente, no defienden alguna doctrina
política o tienen valores difusos, y reaparecen solo en elecciones: ya sea para
prestarse a ser vientres de alquiler o postular.
Los candidatos Hernando De Soto, Pedro
Castillo y Verónika Mendoza postulan bajo el logo de agrupaciones a la que se
han integrado o aliado el año pasado. Incluso López Aliaga llegó a cambiar el
nombre del partido del que fue dirigente hasta hace unos años porque su líder
principal está involucrado en investigaciones de corrupción: pasó de llamarse
Solidaridad Nacional a Renovación Popular.
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