Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala visitan e inauguran obras de las Carreteras Interoceánicas. (Foto: Andina/Composición IDL-Reporteros).
El caso Lava Jato ya ha cruzado las
fronteras, pero sin alcanzar todavía la fuerza huracanada con la que está
cambiando la historia de Brasil. Por ahora su presencia es la avanzada de lo
que podrá venir; y las acciones y reacciones en los distintos países en este
punto expresan el estilo con el que los protagonistas de la corrupción
sistémica de esas naciones maniobran para capear y sobrevivir la tormenta, si se
desata; o para desactivarla si se puede.
En el Perú, donde las élites al mando
tienen incorporado en su DNA grupal estrategias de supervivencia adaptativa
desde los tiempos del virreinato, las respuestas son variadas. Ante la
evidencia de que la delación corporativa de Odebrecht (y la de otras
constructoras brasileñas) ya empezó, un buen número de instituciones y personas
que trabajaron y se lucraron con Odebrecht pasaron de un día al otro a la
militancia anticorrupción.
"En las otras naciones latinoamericanas fue el periodismo de
investigación el que sacó a luz las primeras evidencias nacionales del
caso".
Desde bufetes de abogados y
funcionarios del Estado hasta políticos y periodistas, los súbitos catones
actúan con el propósito común de desviar la atención de ellos y concentrarla en
otros. Eso ha funcionado muchas veces: cuanto más ruidoso sea el linchamiento y
más queme la hoguera, mejor se podrán ocultar los bribones que danzan alrededor
de ella.
Esta vez la tienen más difícil. A
diferencia de Brasil, donde un grupo decisivo del poder judicial (jueces,
fiscales y policías federales) llevaron a cabo todo el proceso investigativo,
produciendo las pruebas y revelaciones que el periodismo brasileño siguió,
reprodujo y amplió, en las otras naciones latinoamericanas fue el periodismo de
investigación el que sacó a luz las primeras evidencias nacionales del caso,
que las diversas fiscalías y procuradurías se han visto obligadas a reconocer
y, a veces con ganas y otras con renuencia, investigar.
Como probablemente suceda en otros
países, en Perú la información investigada apunta a que los primeros tres
presidentes elegidos democráticamente en el siglo XXI —luego de la caída de la
dictadura fujimorista— pueden estar comprometidos (ellos o colaboradores muy cercanos)
con la corrupción relacionada con las empresas brasileñas.
A estas alturas los tres reclaman
inocencia, pero ninguno puede ya sostener que no hubo corrupción del caso Lava
Jato, y en el más alto nivel, durante cada uno de sus Gobiernos. La deprimente
ironía de estos casos estriba en que la caída del régimen fujimorista, en el
año 2000, significó conocer al detalle la desaforada corrupción en ese régimen.
La democracia triunfante asumió como misión fundamental entonces construir no
solo una sociedad libre sino limpia. Ya se ve en qué terminó la misión.
Fue este, sin embargo, uno de los
primeros países donde el periodismo de investigación siguió con tenacidad el
caso Lava Jato desde el comienzo. En parte por eso fue uno de los primeros
lugares donde se encargó a un fiscal especializado investigar el caso. Aunque
su avance fue lento, las confesiones hechas públicas en Nueva York, las
cooperaciones de Suiza y Brasil proporcionaron información que en las últimas
semanas fue complementada por delaciones en el Perú de la propia Odebrecht.
Alan García y Enrique Cornejo en el Tren Eléctrico de Lima. (Foto: Peru.com).
Una primera ola de arrestos llegó
hasta a un exviceministro de Comunicaciones, que se encuentra prófugo, durante
el régimen de Alan García. Esto ha desatado un sañudo intercambio de
señalamientos entre Alan García y Enrique Cornejo, su ex ministro de
Transportes. García se encuentra en España, Alejandro Toledo en Estados Unidos
y Ollanta Humala en el Perú, sujeto a impedimentos judiciales.
En Panamá, la Procuraduría de esa
nación abrió una investigación sobre los sobornos de Odebrecht que hasta ahora
comprende a 17 personas, entre ellas el ex superintendente de Odebrecht en
Panamá, André Luiz Rabello. Hasta ahora, la procuraduría panameña no solo no
colaboró con la investigación de Lava Jato en Brasil, sino que, de acuerdo con
los fiscales brasileños, fue un obstáculo para obtener información de esa
nación de importancia crucial en los circuitos de lavado de dinero. Aquí
también, la investigación periodística fue fundamental en presionar el inicio
de las acciones de la fiscalía.
En Venezuela, la fiscalía sostiene
que investiga, pero no ha hecho pública información mínimamente detallada al
respecto. Ahí en especial, la única oportunidad de desarrollar el caso será
mediante el periodismo de investigación.
Gustavo Arribas. (Foto: El Destape).
En Argentina, la revelación de los
cinco pagos que recibió el jefe de inteligencia federal Gustavo Arribas del
doleiro brasileño Leonardo Meirelles fue hecha por el periodista Hugo Alconada,
de La Nación. Tanto Arribas como el presidente Macri niegan que haya habido
nada impropio en la única transacción que reconocen (uno de cinco pagos), pero
no explican los pagos ni muestran los documentos de la cuenta offshore.
La investigación que publicó Alconada
fue el último resultado del trabajo coordinado de una red de investigación
periodística latinoamericana en torno al caso Lava Jato. La integran también,
hasta ahora, IDL-Reporteros, la publicación que dirijo, en Perú; La Prensa de
Panamá (a través de Rolando Rodríguez); y Armando.Info, de Venezuela (con
Joseph Poliszuk). Simple y funcional en su organización, concentrada a fondo en
su tema, esta red ha demostrado hasta ahora que la colaboración intensa y
desinteresada multiplica su potencia, incluso cuando estamos, como sucede
ahora, recién comenzando.
(*)
Reproducción de la columna “Las palabras” publicada en el diario El País
el 30 de enero de 2017.
Escribe: Gustavo Gorriti
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