En la siguiente entrevista, el
profesor de ciencia política de la Pontificia Universidad Católica del Perú y
especialista en temas electorales Fernando Tuesta Soldevilla desarrolla varias
ideas sobre la reforma política, hoy en debate. Según su posición, sería
conveniente volver al sistema bicameral. También cree necesario eliminar el
voto preferencial.
¿Cuáles considera que deben ser los
elementos principales de la reforma política?
Después de muchos años he llegado a
la conclusión de que esta mirada sobre la reforma nos ha llevado a meras
modificaciones parciales. Sería un retroceso decir que, de todo esto, es
necesario aprobar a, b y c. Nunca como ahora hemos estado tan cerca de tener
una norma fuente, un código, sobre todo lo referido a elecciones y partidos.
El Ejecutivo ha recomendado en su
proyecto volver a la bicameralidad.
Este es un tema que a veces trae
confusión. Hay que tener en cuenta, primero, que el grupo del Congreso está
preparando un texto en un escenario sin reforma constitucional. Se supone que
este informe se presentará a la Comisión de Constitución, que puede recomendar
incluir algunas reformas constitucionales, como la bicameralidad o la
reelección de alcaldes y gobernadores.
¿Y sería conveniente volver a tener
un Senado?
Personalmente, yo creo que sí. La
bicameralidad es una reforma sustantiva y es necesario encaminarnos hacia allá.
Y esto incluye una serie de medidas adicionales de ingeniería constitucional,
¿no es cierto? Estamos hablando de que habría que establecer las funciones de
cada cámara, cómo se relacionarían entre ellas, los requisitos y varias cosas
más.
No creo que sea una idea muy popular,
en todo caso.
Ciertamente, no es una medida
popular, porque los peruanos, en su mayoría, rechazan a los partidos y a las
instituciones. No les sería sencillo aceptar más escaños y parlamentarios
porque iría en contra de su sentido común. Pero hay que saber explicar las cosas.
Tenemos menos congresistas de los que
deberíamos tener, para empezar.
Exacto, por el tamaño de nuestra
población. Si hacemos un cálculo deberíamos tener, solo en una cámara baja,
unos 240 congresistas, casi el doble de lo que hay ahora. Eso a la gente le
parece inadmisible…
Una pérdida de dinero.
Tal cual. Sin embargo, a los
congresistas se les hace muy complicado su trabajo: son pocos, hay muchas
comisiones y tienen que ir saltando de un lado a otro. Por todo eso se requiere
de más congresistas. Y la bicameralidad también ayudaría mucho, primero como un
filtro de las propias leyes que se hacen. Hoy existe una vorágine de proyectos,
lo cual no está bien.
¿Los congresistas estarán de acuerdo
con volver a la bicameralidad?
Quienes se oponían eran de las filas
fujimoristas, aunque las declaraciones de ahora dan a entender que estarían
dispuestos a conversar al respecto.
Con ciertas condiciones. Parece que
la opción más aceptable es coger a los 130 congresistas de hoy y dividirlos:
100 diputados y 30 senadores.
No estoy de acuerdo.
Eso no soluciona el problema de fondo
de representación.
Exacto, el Senado no es solo una
institución legislativa, sino también cumple una función representativa.
Agarrar a los 130 congresistas y dividirlos bajo la idea de que así la gente no
se va a molestar es un despropósito, un error. Se debe tener capacidad de
persuasión, de convencimiento, de comunicación para decirle al ciudadano que,
con más congresistas, tendrá la opción de identificar a su representante...
De exigirle resultados.
Y de exigirle que canalice sus
intereses. Luego, mediante el voto, lo premiará o castigará por su desempeño.
¿Será posible eliminar el voto
preferencial?
He escuchado esto desde hace varios
Congresos, y no se ha podido. Y es que los partidos y sus dirigencias no han
logrado entender la dimensión del daño que ha ocasionado el voto preferencial.
Hay congresistas que dicen estar de
acuerdo con su eliminación, siempre y cuando se garanticen elecciones internas
democráticas y limpias para elegir a los candidatos.
Hay elecciones internas según la ley.
Claro, aunque según esta lógica el
voto preferencial permite que los ciudadanos rompan con la imposición de las
cúpulas partidarias.
Ese argumento de la imposición de
cúpulas me causa asombro y me provoca una mueca de risa, porque muchas veces es
esgrimido por los propios dirigentes. ¿Qué más cúpula que la propia dirigencia?
De acuerdo, hay mucho de cinismo en esa
posición.
Hay que ser consecuentes pues. No se
trata de salir con la frase: “que haya elecciones democráticas en los
partidos”. ¿Y qué sugiere usted para que eso suceda? En realidad, luego de cada
elección interna siempre hay inconformidad y denuncias. No hay un solo partido
que se libre de eso. El problema es que los partidos tienen prácticas no
democráticas y, a la vez, carecen de la capacidad suficiente para organizar
elecciones en todo el territorio nacional.
Si el problema es la legitimidad de
los procesos internos, entonces quienes deberían encargarse son las
instituciones electorales.
Desde luego. No hay nadie que pueda
armar mejor un padrón que Reniec. Al mismo tiempo, que la ONPE se encargue de
la votación. Esto daría garantías a todos y se legitimarían los procesos. Y acá
viene otro punto vital: el voto preferencial en las elecciones generales no
permite que se desarrollen propuestas únicas, discursos coherentes, porque cada
candidato lanza sus propias ideas para diferenciarse del resto. En cambio, sí
se podría incorporar el voto preferencial en las competencias internas, porque
eso impediría que una lista aplaste a la otra.
A la luz de las experiencias
fallidas, ¿qué se necesita para que la reforma sea, finalmente, una realidad?
Ahí pasamos a un punto clave: ¿cómo
proceder? En otros países, una reforma así viene acompañada de una propuesta
integral de los gobiernos, salvo en el Perú. Es cierto: el Ejecutivo ha
presentado un proyecto, pero la bandera no se asumió desde el inicio. Yo
hubiera esperado, el 28 de julio, a un presidente que le diga al país que es
necesario caminar hacia ese objetivo. Por el contrario, pasaron meses y fue el
Congreso el que asumió el reto. En todo caso, creo que es indispensable que
exista un acuerdo político entre el Gobierno y los partidos para que la
reforma…
¿Sea aprobada?
...pase completa y evitar que cada
congresista busque cambiarla a su antojo. Si los líderes de los partidos no
entienden que se necesitan compromisos, la reforma puede ir mal. Sin compromiso
político, la reforma puede terminar en una nueva gran frustración.
Escribe Enrique Patriau
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