Lima es la segunda ciudad más grande del mundo en un desierto y tiene 700
mil personas viviendo sin acceso al agua
Cada mañana Flor constata lo que no
tiene. Un tanque de agua, el último de esa parte de la zona Z de Huaycán –uno
de los últimos rincones habitados al este de Lima–, es la amarga prueba de que
lo cotidiano para unos es lo inexistente para otros. El tanque no distribuye
agua a la casa de Flor Arellano.Una situación que padecen unos 700.000 limeños,
según estimados de la Superintendencia Nacional de Servicio de Saneamiento
(Sunass).
Su vivienda está unos metros por
encima del tanque que abastece a los vecinos de la zona baja Desde su ventana
tiene una vista privilegiada de este y de toda la loma habitada. La parte alta
fue ocupada hace cinco años. El dinero que pudo ahorrar –S/.6.000– lo gastó en
comprar dos pequeños lotes, uno para su casa y otro para una bodega: cuatro
paredes de madera que aún no contienen suficientes cosas que vender.
No muy lejos de su vivienda hay un
cementerio sobre una cuesta arenosa. A pocos metros, unas retroexcavadoras
trabajan limpiando el área de piedras: más lotes podrían nacer en lo que
todavía es una árida loma. El calor es aplastante. La cortesía de un vaso con
agua toma dimensiones de lujo.
Lima es, tras El Cairo, la segunda
ciudad más grande del mundo en un desierto y esos 700.000 limeños sin agua
equivalen a la población total de Miraflores, La Molina, Surco y San Borja. O a
un poco menos que la población de Ámsterdam.
“Venían trabajadores de SEDAPAL acá,
pero no los veo desde enero. La verdad es que nunca me han dicho si pondrán
agua o no”, cuenta Flor. Ella lava sus platos y se baña con agua que saca de
baldes. Cocina hirviendo el agua de esos recipientes. Lo mismo sufre César
Cabrera, vecino de Santa María, un asentamiento humano creado hace más de
veinte años al costado del cementerio Virgen de Lourdes en Villa María del
Triunfo, al sur de la ciudad. Cabrera, en el exceso de la ironía, tiene una
lavandería en casa.
Ambos gastan unos 60 soles al mes en
agua que compran a aguateros que llegan a los lugares donde SEDAPAL no.
Consumen una cuarta parte al mes de lo que consume cualquier familia con
conexión domiciliaria y por eso pagan el doble.
Si bien SEDAPAL tiene una cobertura
del 92% y un promedio de 21 horas de agua continua, según el gerente de
Usuarios de SUNASS, esta cifra esconde los extremos: quienes reciben agua todo
el día y quienes solo la reciben una o dos horas.
En este extremo vive Roger Carretero,
en el asentamiento humano José Olaya, en Independencia, tres kilómetros al este
de la estación Naranjal del Metropolitano. En su casa el agua suele llegar
entre las 4:30 a.m. y las 6:30 a.m. Todas las casas de su vecindario tienen un
tanque fuera con un sistema como el de un inodoro. El agua que acumulan ahí les
servirá para ese día y para los próximos en caso de que el servicio se
interrumpa por más tiempo.
UNA EXPRESIÓN DEL CAOS
“La falta de agua es el reflejo de
una ciudad enormemente desigual. Tal número de personas sin agua es una expresión
de crecer sin planificación”, afirma el urbanista Jorge Ruiz de SOMOCURCIO. El
crecimiento de Lima ha estado marcado por la improvisación y la necesidad,
muchas veces con la mirada cómplice de autoridades locales. Ante la expansión
caótica, SEDAPAL no ha logrado mantener el ritmo.
Ruiz de Somocurcio añade no solo que
Lima debe contar con un plan de crecimiento claro y articulado con el
Ministerio de Vivienda, al que SEDAPAL está adscrito, sino que algún
representante de la ciudad debería ser parte del directorio de esta empresa.
La publicación del nuevo tarifario de
agua para los próximos cinco años. José Luis Patiño, de SUNASS, indica que con
ello se espera expandir la red de agua y desagüe, que el incremento será
progresivo y solo se subsidiará a quien lo necesite. En su primer año, habrá un
aumento de entre S/.0,76 y S/.2,37 por mes para un 88% de usuarios domésticos.
Otro problema que señala, y con el
que coinciden diversos especialistas, es que no hay una cultura de ahorro del
agua. Lima cuenta con unos 282 millones de m3 de agua para este año, pero es
insuficiente, según estimaciones de SEDAPAL. Se espera que este año la ciudad
demande un 28% más de agua de la que dispone. Y la tendencia es que la brecha
aumente: al 2040 podría ser de 65%.
En ese contexto, el ahorro de agua
resulta fundamental, independientemente de los proyectos que tiene SEDAPAL para
la ciudad (traer agua de Junín y una planta desalinizadora, entre otros). El
uso indiscriminado de piscinas –sean construidas dentro de casa o puestas fuera
por carnavales– o la poca conciencia de gasto juegan en contra a esta ciudad en
su conjunto, que parece ignorar que no está ganando la batalla contra la
aridez.
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