jueves, 15 de diciembre de 2016

¿CUÁNTO CUESTA EL AGUA A LOS LIMEÑOS QUE NO TIENEN EL SERVICIO?






Lima es la segunda ciudad más grande del mundo en un desierto y tiene 700 mil personas viviendo sin acceso al agua
Cada mañana Flor constata lo que no tiene. Un tanque de agua, el último de esa parte de la zona Z de Huaycán –uno de los últimos rincones habitados al este de Lima–, es la amarga prueba de que lo cotidiano para unos es lo inexistente para otros. El tanque no distribuye agua a la casa de Flor Arellano.Una situación que padecen unos 700.000 limeños, según estimados de la Superintendencia Nacional de Servicio de Saneamiento (Sunass).

Su vivienda está unos metros por encima del tanque que abastece a los vecinos de la zona baja Desde su ventana tiene una vista privilegiada de este y de toda la loma habitada. La parte alta fue ocupada hace cinco años. El dinero que pudo ahorrar –S/.6.000– lo gastó en comprar dos pequeños lotes, uno para su casa y otro para una bodega: cuatro paredes de madera que aún no contienen suficientes cosas que vender.

No muy lejos de su vivienda hay un cementerio sobre una cuesta arenosa. A pocos metros, unas retroexcavadoras trabajan limpiando el área de piedras: más lotes podrían nacer en lo que todavía es una árida loma. El calor es aplastante. La cortesía de un vaso con agua toma dimensiones de lujo.

Lima es, tras El Cairo, la segunda ciudad más grande del mundo en un desierto y esos 700.000 limeños sin agua equivalen a la población total de Miraflores, La Molina, Surco y San Borja. O a un poco menos que la población de Ámsterdam.

“Venían trabajadores de SEDAPAL acá, pero no los veo desde enero. La verdad es que nunca me han dicho si pondrán agua o no”, cuenta Flor. Ella lava sus platos y se baña con agua que saca de baldes. Cocina hirviendo el agua de esos recipientes. Lo mismo sufre César Cabrera, vecino de Santa María, un asentamiento humano creado hace más de veinte años al costado del cementerio Virgen de Lourdes en Villa María del Triunfo, al sur de la ciudad. Cabrera, en el exceso de la ironía, tiene una lavandería en casa.

Ambos gastan unos 60 soles al mes en agua que compran a aguateros que llegan a los lugares donde SEDAPAL no. Consumen una cuarta parte al mes de lo que consume cualquier familia con conexión domiciliaria y por eso pagan el doble.

Si bien SEDAPAL tiene una cobertura del 92% y un promedio de 21 horas de agua continua, según el gerente de Usuarios de SUNASS, esta cifra esconde los extremos: quienes reciben agua todo el día y quienes solo la reciben una o dos horas.

En este extremo vive Roger Carretero, en el asentamiento humano José Olaya, en Independencia, tres kilómetros al este de la estación Naranjal del Metropolitano. En su casa el agua suele llegar entre las 4:30 a.m. y las 6:30 a.m. Todas las casas de su vecindario tienen un tanque fuera con un sistema como el de un inodoro. El agua que acumulan ahí les servirá para ese día y para los próximos en caso de que el servicio se interrumpa por más tiempo.

UNA EXPRESIÓN DEL CAOS
“La falta de agua es el reflejo de una ciudad enormemente desigual. Tal número de personas sin agua es una expresión de crecer sin planificación”, afirma el urbanista Jorge Ruiz de SOMOCURCIO. El crecimiento de Lima ha estado marcado por la improvisación y la necesidad, muchas veces con la mirada cómplice de autoridades locales. Ante la expansión caótica, SEDAPAL no ha logrado mantener el ritmo.

Ruiz de Somocurcio añade no solo que Lima debe contar con un plan de crecimiento claro y articulado con el Ministerio de Vivienda, al que SEDAPAL está adscrito, sino que algún representante de la ciudad debería ser parte del directorio de esta empresa.

La publicación del nuevo tarifario de agua para los próximos cinco años. José Luis Patiño, de SUNASS, indica que con ello se espera expandir la red de agua y desagüe, que el incremento será progresivo y solo se subsidiará a quien lo necesite. En su primer año, habrá un aumento de entre S/.0,76 y S/.2,37 por mes para un 88% de usuarios domésticos.

Otro problema que señala, y con el que coinciden diversos especialistas, es que no hay una cultura de ahorro del agua. Lima cuenta con unos 282 millones de m3 de agua para este año, pero es insuficiente, según estimaciones de SEDAPAL. Se espera que este año la ciudad demande un 28% más de agua de la que dispone. Y la tendencia es que la brecha aumente: al 2040 podría ser de 65%.


En ese contexto, el ahorro de agua resulta fundamental, independientemente de los proyectos que tiene SEDAPAL para la ciudad (traer agua de Junín y una planta desalinizadora, entre otros). El uso indiscriminado de piscinas –sean construidas dentro de casa o puestas fuera por carnavales– o la poca conciencia de gasto juegan en contra a esta ciudad en su conjunto, que parece ignorar que no está ganando la batalla contra la aridez.

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