Nikki Haley
OJO PESTAÑA Y CEJA MIS ESTIMADOS SEGUIDORES: No se deje engañar. Entérese
de la verdad hoy la administración Trump acaba de dar un importante paso: sus principales diplomáticos han
anunciado que reconocen el derecho de los sirios a la democracia. Con ello
acaban de admitir que los sirios eligieron presidente a Bachar al-Assad en el
marco de un proceso soberano y democrático. Ese reconocimiento pone fin a la
retórica de «democratización» por la fuerza que ha venido acompañando todas las
aventuras militares de las administraciones anteriores.
Poco a poco, la administración Trump
va implementando su nueva política hacia el Medio Oriente.
Luego de haber reformado el Consejo
de Seguridad Nacional, después de haber intercambiado información con el
ejército ruso y prohibido a sus hombres que sigan respaldando a los yihadistas,
en ninguna región del mundo, y de haber iniciado contra ellos ataques
verdaderos en Yemen, Irak, Libia y Somalia, el nuevo presidente de Estados Unidos
anuncia, por boca de sus diplomáticos que pone fin a la injerencia de su país
en la vida política de los sirios.
La embajadora de Estados Unidos ante
el Consejo de Seguridad de la ONU, Nikki Haley, no sólo anunció que el
derrocamiento del presidente Assad ha dejado de ser «la prioridad» de
Washington. También declaró con toda claridad que sólo el Pueblo sirio puede
escoger a su presidente, palabras que de inmediato confirmó el secretario de
Estado, Rex Tillerson.
Para evaluar en toda su dimensión el
camino recorrido basta recordar que, desde 2012, el plan Feltman estipulaba
abrogar la soberanía del Pueblo sirio.
No queda, por tanto, otra posibilidad
que reconocer que, con Donald Trump, la Casa Blanca se convierte a la práctica
de la democracia, o sea al «Gobierno del Pueblo por el Pueblo, para el Pueblo»,
según la célebre fórmula de Abraham Lincoln. Estados Unidos está convirtiéndose
en una potencia normal. Abandona el imperialismo. Renuncia a la doctrina
Wolfowitz de dominación global. Y reconoce además que todos los hombres son
iguales, sean o no occidentales.
El asombro de los Estados miembros de
la OTAN es a la medida del acontecimiento: como desde el 11 de septiembre de
2001 han estado utilizando el concepto de «democracia» en el sentido contrario
de lo que realmente significa, se han quedado anonadados.
Finalmente, el ministro de Exteriores
de Francia, Jean-Marc Ayrault, declaró:
«¿Nos quedamos con Assad, o no nos
quedamos con Assad? No es así como se plantea la pregunta. La cuestión es saber
si la comunidad internacional respeta sus propios compromisos.»
Traducción: la cuestión no es saber
lo que quieren los sirios sino si Estados Unidos y sus aliados –los «Amigos de
Siria»– van a respetar o no la promesa de la administración Obama de restaurar
un mandato francés en Siria.
Para el equipo del presidente francés
Francois Hollande, una mala noticia nunca llega sola y Ankara ha sido la
primera en abandonar a París en medio de la carretera. A raíz de la visita de
Rex Tillerson, el gobierno de Turquía anunció que renunciaba a crear una «zona
segura» en Manbij y Raqqa –ambas ciudades en suelo sirio–, una manera elegante
de anunciar que reconoce que no puede extender a Siria la ocupación que Turquía
mantiene ilegalmente en Chipre desde 1974. Termina así la alianza franco-turca.
En todo caso, el regreso de la OTAN a
la práctica del Derecho Internacional ha comenzado. Ese bloque militar se une a
la posición de Siria, que está defendiéndolo con su sangre, y a la de Rusia y
China, que lo han protegido con 7 vetos consecutivos en el Consejo de
Seguridad.
La etapa siguiente sigue siendo la
que Siria ya exponía en julio de 2012: convencer al conjunto de miembros de la
Organización del Atlántico Norte de que tienen que renunciar a la manipulación
del terrorismo internacional. O sea, tienen que reconocer que la Hermandad
Musulmana no es una cofradía árabe sino una rama de los servicios secretos británicos.
Y reconocer también que los miembros de la Hermandad Musulmana no son
musulmanes sino individuos que se escudan tras el Corán para favorecer el
avance del imperialismo anglosajón.
Escrito por Thierry Meyssan Intelectual francés. Sus análisis sobre política
exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra
publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en
los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).
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