sábado, 13 de agosto de 2016

FABRICARON UN GOLPE DE ESTADO EN BRASIL





Más del 80 por ciento de los brasileños no desean que el presidente interino Michel Temer ocupe el cargo, revelan encuestas recientes. Su ascenso al poder fue después del impeachment a Dilma Rousseff realizado el 12 de mayo pasado. Una oscura trama con fiscales anticorrupción, una prensa partidaria, una clase política corrupta y traiciones de telenovela. Esta es la primera parte de la historia:

Era el momento más esperado. Los 513 diputados que componen el parlamento brasileño tenían que decir sí o no a la propuesta de destitución de la presidenta. Por más de un año cada día los principales noticiarios de televisión y los diarios paulistas noticiaban casos de corrupción que afectaban al gobernante Partido de los Trabajadores. Pero a la hora de presentarse pruebas, no había ninguna. Dilma no había cometido ningún delito. Los diputados votaban una propuesta de impeachment contra Dilma Rousseff presentada por tres juristas de derecha que consideraban que era un ‘crimen de responsabilidad’ unas reasignaciones presupuestarias entre bancos públicos y pagos del Estado que no habían pasado por el Congreso y que eran declaradas en el año fiscal siguiente.

Cada parlamentario tenía escasos segundos para hablar al momento de emitir su voto. Los canales de televisión transmitían en directo. Millones de brasileños veían el futuro del país en esa votación. Era un momento histórico cuyo posicionamiento exigía argumentos. Los que votaron contra la destitución acusaba un golpe de estado, que la presidenta no había cometido delito alguno y que era una maniobra del presidente de la mesa para tapar sus propios casos de corrupción. Los que aprobaban la caída de Dilma dedicaban el voto a su familia, a sus hijos y hasta a sus abuelos. Uno le mandó hasta un saludo de cumpleaños a su nieta. Varios decían que votaban la destitución por el renacer de Brasil, por la esperanza y hasta por Dios. “Lo que Lula y Dilma hacen es un verdadero tiro de muerte. Un tiro al corazón, al alma del pueblo brasileño”, dijo un parlamentario, disparó una pistola de confeti y se puso a cantar contra el expresidente y la mandataria. Un diputado votó por “la nación evangélica y por la paz de Jerusalén”; otro en nombre de los militares que en 1964 dieron el golpe de estado y dedicó su voto al militar que torturó a la presidenta Dilma cuando estuvo presa bajo la dictadura.

“Creo que nunca vi tanta hipocresía junta por metro cuadrado”- fue el comentario de la diputada Marcivania (PcdoB) al momento de votar.

Al final por 367 votos a favor, 137 en contra, ganó la destitución de la mandataria. La votación debe ser ratificada por el Senado, donde el PT tiene menos adhesiones que las que contaba en la Cámara.

El teólogo y lulista Leonardo Boff comenta que son los mismos argumentos del golpe de Estado dado en 1964: marchas de la religión, familia, Dios y contra la corrupción.

Transparencia Brasil indica que 60% de los parlamentarios enfrentan algún tipo de acusación, como cohecho, fraude electoral, deforestación ilegal, secuestro y hasta homicidio.


El proceso contra Dilma pone punto final a más de una década de gobiernos del PT. Un gobierno que disminuyó considerablemente la pobreza de los brasileños, abrió cuotas para pobres y negros en educación, dio estabilidad y proyección internacional a Brasil, integrando los BRICS y proyectando un banco en común y una moneda única junto a otras potencias emergentes y cuyo primer líder, Lula da Silva, abandonó su gobierno con un 86% de popularidad, no ha sido capaz de sortear esta zancadilla. Se abre así un nuevo ciclo para Brasil y para América Latina.

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