TEMER Y CUNHA: LA TRAICIÓN GOLPISTA
Hasta diciembre el equilibrio político que había llevado a
Lula al gobierno en 2003 sentado en la alianza electoral con el centrista
Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMBD), estaba intacto. Fue la fórmula
electoral para el PT ganar las elecciones y contar con apoyo en el parlamento.
Para el PMBD le significaba ocupar la vicepresidencia, usar la popularidad de
Lula para elegir algunos caciques locales, sobre todo en Rio de Janeiro, y
ocupar varios ministerios. Como partido tenía experiencia en eso. Fue la
comparsa de quien gobernara desde 1985, cuando finalizó la dictadura militar.
Sobre ese eje se erigía la hegemonía del PT, al que se sumaban colectividades
de izquierda menores, como los comunistas y partidos del nordeste.
Pero el PMBD es un partido que hace rato huele a corrupción.
A fines de 2015 se formó una comisión del Consejo de Ética de la Cámara de
diputados para investigar las denuncias que apuntan al ex presidente de los
diputados, Eduardo Cunha, uno de los líderes del PMBD. El procurador general de
la República pidió al Supremo Tribunal Federal (STF) su destitución del cargo
por varios delitos que se le imputan, como recibir dinero del esquema montado
en la estatal Petrobras para pagar campañas políticas. Hasta ahora se ha
comprobado que Cunha recibió más de $ 52 millones de reales. Sólo fue apartado
del cargo y sometido a proceso después de conjurado el golpe de estado
parlamentario.
Pero no hay lista de pagos de coimas en las queEduardo Cunha
no aparezca. Así fue cuando se divulgó una lista de pagos de la constructora
Odebrecht en las que aparecen 200 políticos brasileños de gran parte de los
partidos brasileños.
Además, en los últimos meses le fueron detectadas al
parlamentario cinco cuentas con depósitos millonarios en Suiza. Cunha negó todo
en la Cámara hasta que las propias autoridades suizas mandaran el informe de
una cuenta a su nombre con US$ 5 millones y sus gastos, los que dan cuenta de
un nivel de vida imposible con su sueldo de diputado. Entre sus continuos
viajes aparecen gastos como una cena por 2.500 dólares en París, compras por
5.400 dólares en tiendas de ropa de marca en New York, otra cena por 3 mil
dólares en Rusia y una cuenta por U$ 6 mil en un hotel de Dubai.
Eduardo Cunha es representativo de no pocos diputados
brasileños: Político sin muchas luces se mueve en la negociación baja y conoce
los vericuetos del parlamento y las formas de negociación con sus aliados
pagados por el agronegocio y la industria de armas. Es evangélico y sabe explotar
muy bien el avance del pentecostalismo en Brasil y transformarlo en votos. Se
comenta que es dueño de más de 150 dominios en internet con la palabra ‘Jesus’.
Tiene un porsche registrado bajo una empresa llamada Jesus.com.
Cunha es contrario al aborto y a los derechos GLBT. Promovió
un proyecto de ley para penalizar el prejuicio contra heterosexuales y cuando
lo llamaron el Frank Underwood, en alusión al personaje de la serie House of
Cards, respondió que el personaje “es ladrón, homosexual y asesino. Yo no”. Una
de sus frases recientes fue que “estamos viviendo la fase de los ataques, como
la presión de los gays, de los marihuaneros y de los abortistas. El pueblo
evangélico tiene que posicionarse”.
Cuando llegó a sus manos la solicitud de impeachment de la
mandataria, Cunha intentó negociar con los parlamentarios del PT que no se
sumaran a la comisión en su contra. Los medios ya hacían noticias con sus
viajes de lujo y olfateó que lo mejor sería era echar mano de la destitución
para así tapar las denuncias. Como el PT se opuso, Cunha echó mano de la
destitución de la mandataria presentado por tres juristas de derecha. Hábil
negociador les dijo a los opositores a Dilma que “si derribo a Dilma al día
siguiente ustedes me derriban a mí”, para iniciar una negociación en las
sombras que lo salvara a él del proceso y contara con el apoyo de la oposición,
fundamentalmente el PSDB: Toda la atención se concentraría en el juicio a la
presidenta.
Pero no hay lista de pagos de coimas en las que Cunha no
aparezca. Así fue cuando se divulgó una lista de pagos de la constructora
Odebrecht en las que aparecen 200 políticos brasileños de gran parte de los
partidos brasileños. Ni Lula ni Dilma aparecen en la lista.
A las pocas semanas su nombre apareció recientemente en los
Panama Papers con empresas off shore administradas por Mossack Fonseca.
Aliado de Cunha es el vicepresidente Michel Temer, quien
también figura en la lista de pagos de la constructora Odebrecht y según la
investigación de Janot, habría recibido 5 millones de reales de la constructura
OAS, vinculada con la corrupción en Petrobras.
Instalado en el Palacio do Jaburu Temer se siente gobernando
desde antes de la votación. Con la destitución de Dilma, pasaría a ocupar el
puesto de presidente hasta 2018 y Cunha quedaría como la segunda autoridad del
país. Temer opera un gobierno de facto que negoció ofreciendo cargos en el
Ejecutivo a los diputados que se sumaran a la destitución de Dilma. Días
previos a la votación del impeachment emitió un audio en el que le habla a los
brasileños como si ya fuera presidente. “Es necesario un gobierno de salvación
nacional y, por tanto, de unión nacional”-sostuvo.
Para Temer, Cunha y el PSDB llegar al gobierno es la
oportunidad para salvarse de los casos de corrupción en los que están
involucrados. A todos les conviene parar el Lava Jato y la selectividad del
juez Moro y del Ministerio Público juegan a su favor. El periodista Glen
Greewald observa que “los líderes de la oposición brasileña esperan que,
manipulados por los medios, la destitución de Dilma resulte ser de una catarsis
para el público brasileño, que permitiría el fin silencioso de la operación
Lava Jato”.
Portada del diario Globo en que titula de manera diferenciada
protestas en contra y a favor del impeachment.
Según Greewald, “el impeachment está designado para proteger
la corrupción, no para punirla o acabar con ella. Es el retrato más
característico de una plutocracia que de una democracia madura”.
De los 65 diputados que habían revisado el primer informe del
impeachment, 36 enfrentan procesos judiciales. Uno de ellos es Paulo Maluf,
quien está siendo procesado por el Supremo Tribunal Federal (STF) por haber
recibido US$ 40 millones en coimas. Maluf no puede salir de Brasil debido a que
es procurado en Francia por lavado de dinero y en Estados Unidos por desviar
dineros por más de US$ 11,6 millones. Su voto se sumó en contra de la
mandataria.
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